12.15.2010

El libro Mágico



El libro se abrió y la pequeña muchacha fue consumida.


Después de todo, era más feliz en la fantasía de los libros que en su propia realidad. Por ello estaba completamente alegre con la posibilidad de que el libro jamás la escupiera al mundo verdadero, de esa forma la realidad jamás le volvería a golpear tan fuertemente, jamás le heriría el alma. Rogaba para sus adentros quedarse dentro de aquel libro mágico…


Aunque en los libros había villanos que deseaban obtener el control y que asesinaban, también existían los amigos. Si había dolor, también había momentos de felicidad… escasos, sí, pero llenos de verdadera felicidad. Y sino, de cualquier manera, un libro siempre era el mejor amigo… Todos sus amigos eran libros… Los libros, tan poderosos, tan encantadores, tan mágicos… Los libros jamás traicionaban...


¡Sí!, se quedaría atrapada en aquél libro por siempre… Allí sería feliz.

-¡Dana! –gritó su madre desde la cocina. Y la pequeña muchacha supo que tendría que esperar para vivir en aquel mundo mágico, tendría que esperar para poseer aquella historia y hacerla suya… Tendría que esperar para huir de la realidad.

12.11.2010

Inspirado en un hecho real


Mis queridos lectores. Ayer tuve una crisis bastante fuerte. Alguien a quien aprecio demasiado estuvo en peligro y me sentía tan mal, sin ningún hombro en el que llorar, que escribí un pequeño fragmento. Una vez más, las letras me proporcionaron un refugio que nada ni nadie, me puede dar. Un amigo, al igual que las palabras, también me apoya, solo que son dos maneras diferentes. Espero que les guste.
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Ella siempre hablaba de la muerte. Pero jamás la había sentido tan cerca ni tan fuerte como el día en que vio a su padre llegar al hospital. Su padre, bañado en sangre, ni siquiera podía caminar… Ni siquiera podía moverse. Y ella se sintió mal, sobre todo porque últimamente no mantenía una buena relación con él. En ese instante, se sintió como basura: una mala hija.


La muerte. Qué tonta había sido al hablar de ella, al tratar de burlarla , al tratar de encararla y tratar de decirle: cuando llegues, no dolerá. Podía aceptar que todos morirían algún día, pero no podía negar que sufriría por la muerte de alguien a quien amaba. Había sido tonta y estúpida, porque aunque no quería enfrentarlo, el hecho es que dolía… y dolía mucho.

Su padre no había muerto, pero tampoco le habían avisado que estaba vivo y bien. Ella esperaba. No sabía si la muerte ya había llegado, si estaba rondando en ese momento o si llegaría en unos cuantos minutos u horas. Aun así, la muerte, con tan solo pensarla e imaginarla, ya le perforaba el cuerpo.
Le hastiaba esperar. La recepcionista no informaba nada. Y ella seguía esperando. Estar perdida, a la deriva, le hastiaba, le hacía perder los estribos. Esperar…

-Él se encuentra bien –decía un doctor, en su mente.

-Está fuera de peligro –murmuraba otro, después de que el primero hubiese desaparecido.

Y el tercero, el ultimo, decía:
-Lo lamentamos –y ella irrumpía en llanto… su alma se desgarraba…

Estaba enloqueciendo. Y mientras esperaba, las razones por las cuales una simple caída pudiera complicarse, aparecían cada vez más en su mente, en su imaginación.

Muerto.

Mientras esperaba se retorcía, pensando en todo lo que podía salir mal.
Una parte de ella quería perder la fe, dejar de creer. Pero no dejaría de creer. Confiaba plenamente en sus ángeles plata, los angeles guardianes o de vida; sabía que ellos amenizarían el dolor de su padre.

Los ángeles le entregarían a su padre, sano y salvo.

Confío en ustedes , ella susurró.

12.09.2010

Inocente Alma



Estaba parada arriba de los tejados de aquella pequeña cabaña.
Y me sentía como la reina del mundo.
Miraba las estrellas y la luna plateada, que me hacían creer que volaba entre ese inmenso mar oscuro pero iluminado, titilante.
Entonces vi aquel extraño destello que se acercó cada vez a mí. Poco a poco, aquella lucecita azulada entró en mi cuerpo; se apoderó de mi… y entonces, supe que no era nada. No era la reina del mundo, tampoco era la dueña de mi alma.
Había algo allá fuera, completamente extraño que se apoderaba de cada célula de mi cuerpo. Había algo más, algo a lo que debía aferrarme para sobrevivir en el loco mundo.
Había que creer en algo, en algo a lo que adherir mi fe, esperanza, alegría y tristeza.
Podía ser ciencia, algún Dios o la vida misma, pero tenía que creer…
Cuando me di cuenta de que debía de creer en algo, la luz salió de mí… y con un ligero frufrú salieron dos alas enormes, de color plateado. Cada pluma era bella, perfecta… Su rostro también apareció frente a mí, sus ojos, que hacían juego con sus plumas, me miraron hipnotizantes.
-Creo en ti, mi querido ángel –murmuré.
El me sostuvo entre sus brazos, tan pequeño y frágil. Yo era una niña tan pequeña como él, no la muchacha adulta. Una niña, inocente y carente de conocimiento… Había retrocedido en mi tiempo.
Me abrazó con sus delicados brazos. ¡Éramos de la misma edad! Voló conmigo en aquella inmesidad, apresándome con sus delicados brazos, haciéndome feliz por una vez en la vida.
Tan inocente, me dejé llevar por la euforia de atravesar las nubes.
Tan inocente, decidí partir con él para volverme su igual: un ángel de la muerte.
Esa noche, entre el cielo, estrellas y mi querido ángel, morí.

12.01.2010

Luz de Invierno



Escucho ya las campanas
Y el sentimiento de que otro año se va.
Una vez mas la soledad.
Un nuevo ciclo ha de comenzar.

Escucho ya a los niños cantando “La rama”
En la puerta de mi pequeña casa,
Escucho los gritos en la posada
Que a mi alma la ponen apenada.

La oscuridad se reproduce en mi interior
Pero la luz de invierno ilumina el exterior
Nadie comprende que para mi todo está al revés
Nadie entiende que aquí todo es estrés.

Otro año se irá, ya tengo los abrazos
Y el falso ¡Feliz año nuevo! en sus labios
El miedo me consume por no saber lo que vendrá.
¡Bienvenidos una vez más, a mi invierno personal!